¡Siguen nuestras aventuras! Si te has perdido la historia de un viaje a Tánger, que sepas que esta es una continuación: nuestro viaje por Marruecos no había hecho más que empezar. Eran las ocho de la mañana —para que luego digan que los marroquíes no son puntuales— cuando llegamos a la estación de tren principal de la ciudad, la Gare du nord. Con una arquitectura neomudéjar preciosa, te puedes imaginar la cara que se nos quedó a las dos cuando salimos del tren. ¡Disfrútala, viajero feliz!

El río que fluye de Heráclito en la ciudad de Marrakech

MarrakechLa medina de Marrakech está ubicada a unos 20 minutos a pie según los mapas que había recogido la compañera de viaje, y era relativamente fácil llegar hasta la entrada. Mi compañera de viaje había reservado en el Riad de la Lune y pensábamos hacer lo mismo que en el Dar Jameel de Tánger, que nos quedáramos las dos en la habitación doble que había reservado de manera individual.

Marrakech

Salimos de la estación de tren en dirección hacia la medina y fue muy fácil llegar hasta la entrada, ya que solamente había que caminar en dirección oeste desde la estación de tren.

Por el camino, conocimos una de las principales mezquitas de la ciudad; Al Youssef. Cuando entramos en ella y nos topamos con la plaza principal de la ciudad Hamman: ¡estábamos completamente perdidas! Completamente perdidas en un paraíso, eso sí.

Y, de repente, escucho; ¡Álex! Sí, parece una broma, pero allí mismo, en la plaza de Marrakech, me topé con una amiga de la adolescencia, que hacía años que no veía. No dudamos en tomarnos un café en una de las terrazas de los Riad de la plaza: muy recomendable. Allí aprendí el término nux nux (mitad y mitad) para referirse al café con leche. Según me contaron si no se decía así, te ponían un café con leche pésimo.

Marrakech

Después de disfrutar de esos nux nux, tomamos un petit taxi —ya te contaré de los grand y petit taxi en los consejos útiles para moverte por Marruecos— que nos llevó desde la plaza Hammam hasta Riad Arous, una de las calles de entrada del zoco. Nos costó 60 dirhams (6€), es decir, 30 dirhams cada una. Muy caro para ese país. Pero bueno, éramos novatas. ¡Que no te pase lo mismo!

De cómo nos acogieron en el Riad Le Coq fou

Después de otro imprescindible paseo, llegamos al hotel. Nuestra parsimonia a la hora de llegar se debía a que no queríamos que no hubiera nadie en el Riad de La Lune. Queríamos darle tiempo al casero, ya que es común que en estos hoteles-casa los encargados no estén y te hagan esperar. 

De hecho, eso fue lo que pasó: esperamos cerca de una hora hasta que una señora italiana que regía un riad cercano, el Riad Le Coc Fou, se apiadó de nosotras y nos ofreció habitación por unos 400dh por dos noches. No era barato, pero el personal fue verdaderamente amable en todo momento. ¡Así que ya sabéis!

Esta es la historia del bazar de Marrakech

Imposible no perderse entre miles de puestos, tiendas artesanales, entre el bullicio de motos, personas, carromatos e, incluso, burros y vacas llevados por callejuelas que no superan los tres metros de ancho, con toda la mercancía en mitad de la calle, arrastrada hacia los ojos del comprador, instándole a adquirir baratijas, obras de arte, oro y plata, especias, cocina del lugar, maquillaje natural o perfumes recién destilados.

El atardecer de fuego de Marrakech

No hay nada que enamore más que el bazar de Marrakech. Bueno, sí que lo hay; los dulces de Marrakech. En general, Marruecos es un país con una gastronomía que no merece esos prejuicios con respecto a la supuesta falta de higiene de sus cocineros. Y, aunque, es cierto que, en muchos casos, sus restaurantes nos recuerdan a esas tascas que tanto nos gustaban cuando éramos niños y que frecuentaban nuestros abuelos… ¿qué hay de malo en eso?

Tradición, cultura y un cierto sabor a humanidad, a esa humanidad ya olvidada en Europa, hacen de Marrakech una ciudad mística, cargada de sensaciones enfrentadas.

La contradicción con lo que acabo de escribir aparece cuando me pongo a relatar lo que sucedió a continuación; el agobio, la tensión, las horas andadas, el cansancio y la necesidad de esforzarse para todo —para encontrar un lugar en el que comer, por ejemplo— hicieron que las últimas horas del primer día en Marrakech fueran agotadoras.

Marrakech

Fue entonces cuando se nos ocurrió sentarnos en una terraza —en la que solo había hombres— y disfrutar de un té de menta. Estábamos justo en una de las entradas a la medina. Ya había caído la noche, no sin antes enamorarme de ese atardecer dorado de Marrakech.

En un primer momento, pensé que podíamos haber elegido otra cafetería pero, solo unos segundos después, estaba ensimismada observando un río que fluía imperturbable. Ese río de personas que cruzaban sin mirar, de coches, de carromatos con animales, de motocicletas, de bicicletas, de más gente cruzando con una seguridad y tranquilidad temerarias, era la perfección del caos.

Un caos que se reequilibraba a sí mismo, que no necesitaba ni de semáforos ni de indicaciones. Porque ahí no había peatones ni coches. Ahí solo había personas, personas que iban de lugares a lugares. Nada más. Fue en ese momento de locura, lucidez e imperturbabilidad  que conocí lo que significaba Marrakech realmente; el uróboros, el animal que engulle su propia cola. Un ciclo infinito y tremendamente bello.

¡Y sigue esta fantástica historia de un viaje a Marrakech! Cuando me encontré, a la mañana siguiente, desayunando en el Riad Le Coq Fou, supe que este viaje me iba a apasionar: nada más empezar el día, nos trataron como a unas verdaderas reinas -en exceso, bajo mi punto de vista. Así que ya sabéis dónde hospedaros en vuestra visita a Marrakech. Pero si quieres seguir conociendo más de esta ciudad… ¡El día estaba a punto de comenzar!

Los curtidores de Marrakech, un espejo a otro mundo

Después de escribir algunos de los artículos que ahora estás leyendo —espero que con interés— fuimos a uno de esos lugares en los que se te pone la piel de gallina, no por su belleza sino por su decadencia. Las curtidorías están situadas al norte de la medina, y son una visita obligada para todos los que quieran conocer esta ciudad y cultura. 

Marrakech

Su ubicación es algo confusa así que, a no ser que seas uno de esos seres humanos con una orientación privilegiada, te recomiendo que cojas un taxi para llegar hasta los curtidores de Marrakech.

A nuestra llegada nos abordó un señor. En un primer momento, pensábamos que era un guía cualquiera pero no, era el famoso guía de las curtidorías. Un tipo bastante hosco que nos dio una ramita de laurel para los supuestos malos olores – aunque el olor es fuerte hay que ser muy «sensible» como para que esto afecte tanto como para taparse la nariz con ramas de laurel, pero mejor prevenir que curar. El precio por persona es de 20 dirhams. El guía te lo explica todo en inglés, árabe, francés o castellano.

El atardecer en la plaza Jemma el Fna

Si crees que en dos días verás toda la ciudad de Marrakech, es que no te has informado bien. Marrakech requiere tiempo por la riqueza de matices, las miradas, los atardeceres.

Marrakech

En concreto, los atardeceres en la plaza del mercado Jemma el Fna son lo más mágico que me he encontrado en mucho tiempo. Esos atardeceres de oro, atardeceres de fuego, son tan indefinibles que solo en la segunda parte de la historia de un viaje a Marrakech podrás ver a lo que me refiero.

Marrakech

Nosotras llegamos para presenciar la metamorfosis que se da después del día: una plaza repleta de puestos de zumo de naranja y de encantadores de serpientes durante el día dio paso a la noche, que es todo luz y bullicio y parece un festival de música, las fiestas de tu pueblo o la mismísima primavera en pleno Noviembre.

Paseamos durante horas entre los puestos de comida, de sopas que eran degustadas por extraños sentados a la misma mesa. Había encontrado el ritmo de la ciudad de Marrakech.

Nosotras no tomamos una sopa por apenas 0,5 dirhams sino que preferimos compartir uno de nuestros tés interminables, de charlas que llegaban a su fin en esa noche. Terminaba mi aventura en Marrakech. Pero poco después iba a comenzar mi viaje a Chefchaouen… ¡Nos vemos otro día y seguiremos conociendo Marruecos juntos!

Imágenes: Alex Bayorti, Noelia Poblete.