Los amantes de los viajes y las aventuras revisamos constantemente los listados de aquellos países que ya hemos visitado y de aquellas experiencias que nos gustaría vivir. Yo tenía pendiente, entre otras, la de visitar un desierto de dunas de arena, había estado anteriormente en otros desiertos, pero eran de tipo pedregoso…y no es lo mismo. Este es uno de los motivos por los que decidí hacer este viaje a Marruecos.
En esta segunda parte te voy a contar mi experiencia visitando el desierto de Erg Chebbi, pero si también estás interesado en visitar Marrakech, no te pierdas la primera parte del artículo:
El desierto de Erg Chebbi en Merzouga
Antes de viajar a Marruecos debía definir qué parte del desierto visitaría y el modo en que lo haría; ¿por mi cuenta o contratando a un guía profesional? Reconozco que en este punto intervinieron mis temores y la información que adquirí a través de Internet. Indagué e indagué, y descubrí que un alto porcentaje de turistas hablaban muy bien de los viajes organizados, en los que tenías la opción de pasar una noche en el Atlas, una en el desierto y, la noche de vuelta, en el Anti-Atlas. De entre todas estas opiniones, varias hablaban de un beduino llamado Hassan, dueño de una empresa especializada en viajes por el desierto en 4×4.
Me puse en contacto con él a través del correo electrónico y a la media hora recibí su llamada. Me confirmó que conocía a la perfección el desierto de Mergouza, que en su empresa disponían de varios tipos de vehículos (desde 4×4 hasta autobuses) y me detalló las diferentes opciones de viaje: desde 3 días y 2 noches hasta 8 días completos. Me decanté sin embargo por pasar allí un total de 4 días y 3 noches y, aunque él me recomendó la salida desde Fez, yo ya había reservado vuelo hasta Marrakech. “Sin problemas – me dijo – Dime el día y la hora y te iremos a recoger al aeropuerto”.
Primer día en el desierto Erg Chebbi
Tras descansar toda la noche, a las 8:30 del día siguiente estaba Hassan esperándome en la puerta del riad, con una amable sonrisa y un español perfecto. “Esto se presenta bien”, pensé. Fuimos andando hasta su vehículo, un Toyota Prado en perfecto estado, y desde la misma plaza Jemaa el Fna salimos en dirección al desierto.
Como había poco tráfico, pronto comenzamos a ver al fondo las estribaciones del Atlas que, para mi sorpresa, estaba nevado. Hassan me contó que había llovido durante los días anteriores, lo que en noviembre no podía significar nada más que una posterior nevada. Me pareció una imagen increíble: en Marruecos y con nieve en las montañas. Poco a poco íbamos acercándonos y encontrándonos con más turistas. Pasamos por pequeños pueblos en los que la influencia de esta cadena montañosa (que recorre el norte de África con más de 2.400 km y montañas de hasta 4.165 metros como el Pico Toubkal, separando las costas del Atlántico y el Mediterráneo del desierto del Sahara), cada vez se dejaba notar más.
Así, lentamente ascendíamos por las carreteras con un paisaje cambiante de pueblos colgados en las laderas hasta llegar a una altura en la que el frío y la nieve permiten poca vegetación. Únicamente en los pequeños valles más abrigados se podían encontrar pueblecitos de los que uno inevitablemente se pregunta de qué podrían vivir. Es entonces cuando en la lejanía distinguí pequeños puntos negros que parecían moverse. Rebaños de cabras. De eso viven, de la ganadería y de una limitada agricultura.
Seguíamos subiendo y bajando los diferentes valles por los que discurría la carretera. Y al fondo, seguían las montañas nevadas del Atlas. De pronto, estábamos a punto de coronar el Col du Tichka, de 2.260 metros de altura. Es el punto más alto por el que íbamos a pasar. Llegamos a las 11:10 y hacía un frío que pelaba. A partir de aquí, ya con el Atlas a nuestras espaldas, comenzamos a ver más pueblos, casi todos pequeños y bastante descuidados.
A lo largo del viaje Hassan me iba contando curiosidades y costumbres de los pueblos bereberes, y así llegamos a Ait Ben Haddou, a 190 kilómetros de Marrakech. Esta pequeña ciudad de adobe y piedra, con su recinto perfectamente amurallado, es una de las ciudades con Kasbahs mejor conservadas de Marruecos. Estas Kasbahs eran como los castillos europeos y servían para la defensa de las comunidades asentadas en las orillas de los palmerales. De hecho, en estos momentos está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y en ella se han rodado varias películas, como Lawrence de Arabia, La joya del Nilo, La última tentación de Cristo, La momia, Gladiator o Alejandro Magno.
El muro tiene dos puertas para controlar las entradas a la ciudad y, aunque las tierras de sus alrededores son muy áridas, cuenta con un magnífico palmeral del que viven sus pocos vecinos, ayudados por el turismo que les visita. Resulta muy interesante, por cierto, el sistema de cerraduras que tenían para sus casas, fabricadas de madera y antecesoras de las cerraduras actuales. Merece la pena subir a la parte alta de la montaña que hay en el interior de sus murallas para poder ver la zona en todo su esplendor.
Para cuando terminamos la visita ya eran las 14:00. La hora de comer supuso otra oportunidad para Hassan de lucirse, y así lo hizo. Me llevó al restaurante de su amigo Lahcen, el Restaurante Trid. Buena comida y servicio. De primero tomé una ensalada bereber con queso de cabra fundido, miel y manzana. Todo ello estupendamente aderezado. De segundo, unos crocantes de pechuga de pollo en su nido de patatas paja. Sencillamente espectacular.
De aquí seguimos nuestro camino hasta Skoura para visitar una Kasbah perfectamente restaurada, tal y como fue en su día. Además, esta tiene un anexo que hace de albergue. Es curioso ver cómo está situada justo al lado de lo que sería un cauce de río. “Cuando llueve – nos dijo el guía – en ocasiones han llegado a quedarse aislados dentro durante dos o tres días”. Visitamos el interior de la Kasbah con el guía, una visita que nos costó 50 Dírhams (un poco caro, en mi opinión, teniendo en cuenta su escasa duración, aunque me pareció interesante) y en la que descubrimos cómo vivían en aquellos tiempos.
En esta foto puede apreciarse que estoy en la parte superior de la muralla y cómo al lado izquierdo hay una serie de árboles frutales y palmeras, todas ellas en el patio interior, así como la cuidadosa construcción. Lo más curioso es que toda la Kasbah está hecha de barro y adobe (compuesto por arcilla y paja para protegerlo de las lluvias ocasionales).
En esta otra fotografía, podéis apreciar la composición de los materiales de construcción. Se trata del lavado final de las paredes.
A eso de las 17:00 salimos en dirección al hotel donde íbamos a pasar la noche, puesto que a partir de las 18:00 comienza ya a oscurecer. Por el camino volvimos a ver pequeños pueblos y muchas Kasbahs muy deterioradas pero que muestran perfectamente el esplendor de los tiempos pasados.
En la foto, el color y la dureza de la zona, salpicada por pequeños palmerales y olivos. Las montañas y la tierra de un color rojo intenso.
Una vez llegados al hotel, ubicado en Tigayin, el pueblo más cercano a las Gargantas del Dades, cenamos muy bien; comida tradicional con su trajine de verduras y carne.
Vista del interior del Eco-Bio Riad. Por la noche nos hicieron una fogata en estos jardines, en los que nos reunimos todos los huéspedes.
No serían más de las 21:00 cuando nos fuimos a dormir, con la intención de poder salir temprano hacia el desierto.
SEGUNDO DÍA
Comenzamos la jornada con un desayuno típico bereber; con tortitas, pan casero, tortilla y varias mermeladas, además del aceite extra, omnipresente en este país.
Salimos verdaderamente temprano hacia las Gargantas del Dades. En esta ocasión, los pueblos que vimos eran más grandes, asentados a las orillas del río Dades, cuyas aguas riegan los inmensos palmerales de sus valles. Pero una vez que sales de estos, te topas con la más absoluta sequedad de sus tierras: grandes cadenas montañosas de un color que hace presagiar el desierto.
Un pequeño riachuelo, que en ocasiones lleva mucha agua, y una cadena montañosa que hay que atravesar. El resultado, la garganta del Todra.
A partir de aquí, grandes extensiones de terreno, quemadas por el sol y en las que sólo esporádicamente aparece algo de vegetación.
Con la impresión de que allí debía llover muy poco, encontramos pozos de aguas que los bereberes mantienen abiertos para sus rebaños de caballos. Hassan, como buen bereber, los tenía localizados, por ello solíamos desviarnos un poco para poder verlos.
Tanto a los lados de la carretera como en la distancia, podíamos vislumbrar las famosas dunas de arena, que más adelante disfrutaríamos. Al lado, algunos pequeños palmerales marcaban los últimos lugares en los que los habitantes tenían alguna posibilidad de encontrar vegetación con garantía de no ser tragados por el desierto.
También vimos algún que otro hotel en las estribaciones de las dunas.
Si os fijáis en la siguiente fotografía, antes de las dunas de arena, el suelo está formado por multitud de pequeñas piedrecillas negras, que el viento va descubriendo. Gracias a ellas, la erosión producida por el viento no es mayor, ya que impiden que la arena que tienen debajo sea desplazada por el viento.
Y, por fin, llegamos a Merzouga, la puerta del desierto de Erg Chebbi.
Hassan, como siempre, nos llevó a comer al mejor lugar. En las mismas puertas del desierto, fuimos al Café-Restaurante Nora, donde probamos la pizza Bereber. Magnífica y con un auténtico sabor del desierto: rellena de carne y verduras aderezadas con especias de la zona.
A continuación fuimos a un hotel sumamente espectacular, desde donde partiríamos montados en dromedarios. El Nomad Palace es un hotel con habitaciones enormes, de capacidad hasta para 6 personas, y con una piscina a las puertas del desierto. Una auténtica maravilla.
Y hasta aquí la primera parte del viaje. En la segunda os enseñaré desde la salida con los dromedarios hasta la vuelta a Marrakech, por carreteras diferentes y pasando por el Anti-Atlas.
Os dejo la dirección de correo electrónico del Hotel por si os interesa: info@hotelnomadpalace.com
Y también los datos de contacto de mi amigo Hassan, un bereber auténtico gracias a quien he podido conocer el desierto de esta manera.
Dirección electrónica: ramliacamels@gmail.com
Teléfono: 00212 662-890276
Web: www.viajes-marruecos4x4.com