Sí, este palacio suscitó la envidia del todopoderoso Luis XIV, hasta tal punto que fue el motivo de la caída en desgracia de su propietario. ¿Quién era? Nicolás Fouquet, intendente de finanzas del mismo monarca. Una oscura historia de celos y supuestas traiciones envuelve uno de los palacios más hermosos de Francia.
El Palacio de Vaux-le-Vicomte, la envidia del Rey Sol
Situado en la localidad de Maincy, a apenas 50 kilómetros de París, el Palacio de Vaux-le-Vicomte es una joya del Barroco, una obra maestra de la arquitectura y la decoración con tres nombres propios: el arquitecto Le Vau, el pintor Le Brun y el paisajista Le Nôtre.
Fue a ellos a quienes Nicolás Fouquet encargó la construcción de un magnífico palacio en un lugar de cuyo entorno se había enamorado. Las obras comenzaron en 1653 y en 1659 ya habían acabado. Pero su dueño poco lo disfrutó.
En agosto de 1661, organizó una fastuosa fiesta en honor a Luis XIV. Miles de invitados, grandes banquetes, representaciones teatrales, fuegos artificiales… Tanto lujo despertó la envidia del ministro Colbert que consiguió convencer al ya celoso monarca de que tal derroche solo podía tener un origen: malversación de fondos públicos.
Así fue como Fouquet cayó en desgracia. Unos días después de la fiesta fue arrestado por el mismísimo D’Artagnan, encarcelado y condenado a cadena perpetua.
Pero, Luis XIV se había quedado con una espina clavada y quiso un palacio aún más grande y hermoso. Así fue como el monarca contrató a los mismos artistas que construyeron Vaux-le-Viconte para hacer realidad su gran sueño: el palacio de Versalles.
Mientras tanto, El Palacio de Fouquet fue pasando de mano en mano hasta que en 1965 fue declarado conjunto histórico.
Un palacio que es todo un ejemplo de elegancia y refinamiento, un edificio construido sobre una plataforma rodeada de agua que refleja de forma encantadora sus fachadas. En su interior, destacan los magníficos salones y la habitación que ocupara Luis XIV. Pero, si hay una estancia asombrosa es el Salón Oval, una magnífica sala de 19 metros de y 18 de ancho con una cúpula está sostenida por 16 cariátides.
Pero antes, para llegar al palacio, hay que atravesar la hermosa avenida de los Plátanos. Un paseo de más de un kilómetro adornado por dos hileras de árboles cuyas ramas crean la sensación de estar en un túnel.
Y, por supuesto, hay que perderse por los jardines que, como el palacio, sirvieron de inspiración para diseñar Versalles: 40 hectáreas de parterres, estanques, senderos, fuentes y estatuas.
Por cierto, si crees que te suena de algo, es posible que sea porque hayas visto algunas de las películas que se han rodado en este suntuoso escenario: Moonraker, Valmont, La hija de D’Artagnan o El hombre de la máscara de hierro son solo algunas.
¿Habías oído hablar de Vaux-le-Vicomte y su historia? Ahora ya sabes que es el «hermano pequeño» de Versalles.
Imágenes: Mark B. Schlemmer, Jebulon, David Perbost, Olga Khomitsevich.