El suelo está cubierto por un polvo fino de color marrón, las paredes circundantes se están desmoronando y el yeso que se descarama es del mismo color caqui del suelo.
Casas decrépitas en un laberinto de estrechos callejones en descomposición en Isfahan, Irán, traicionan los días de gloria de la antigua capital en el siglo XVII.
Pero si miramos bien, debajo de una capa gruesa de paja y barro, una gama de patrones abstractos en azules, verdes y amarillos desvanecidos pero distintos emergen, mostrando por un segundo las formas y colores deslumbrantes que una vez adornaron este lugar bajo el sol brillante.
Dentro de la furia de Irán
Cuando esos mosaicos eran todavía vibrantes, Isfahan era más grande que Londres y más cosmopolita que París. Puentes elegantes cruzaban su río, jugadores de polo espléndidamente equipados atravesaban la plaza y cientos de las cúpulas y minaretes más grandes del mundo salpicaban el horizonte.
Los europeos, turcos, indios y chinos acudían a la brillante corte persa, el centro de un vasto imperio que se extendía desde el río Éufrates, lo que hoy es Irak, hasta el río Oxus en Afganistán. En el siglo XVII la riqueza y la grandeza de la ciudad inspiraron el proverbio «Isfahan es la mitad del mundo.»
Después de un asedio brutal que hizo añicos esa edad de oro en el siglo XVIII, los nuevos gobernantes, finalmente trasladaron la capital a Teherán, dejando a Isfahan languidecer como un remanso provincial.
Hoy, sin embargo, la ciudad es conocida principalmente en el extranjero como uno de los lugares más importantes de Irán en investigación nuclear. Lo que una vez fue una ciudad soñolienta se ha transformado en la tercera metrópolis más grande del país, rodeada de suburbios en expansión, fábricas y un tráfico que asfixia a más de tres millones de personas. Nada simboliza la modernidad desconcertante de Irán más que el lanzamiento, en febrero, del satélite Omid (Esperanza).
En Isfahan, sin embargo, la esperanza es un bien en agudo declive. El elegante paisaje urbano que sobrevivió a las invasiones de las tribus afganas y asaltantes mongoles se ve ahora amenazado por la negligencia y el imprudente desarrollo urbano.
La reconstrucción de los rescoldos
La historia de Isfahan es un ciclo épico de fabulosa auge y caída calamitosa. Una carretera atraviesa la meseta al este de Irán, a la llanura mesopotámica. Un camino que conecta el Mar Caspio al norte, con el Golfo Pérsico al sur. Esa geografía, ha ligado el destino de esta ciudad de comerciantes, peregrinos y los ejércitos que pasaron por ella.
Los ataques durante la guerra con el Irak de Saddam Hussein en la década de 1980 vaciaron algunos barrios que ahora se han convertido en un lienzo en blanco para una nueva generación de Isfahanis.
Quieren restaurar no sólo los edificios, sino la reputación de su ciudad como la Florencia del Pérsico. Quieren dar la bienvenida a los extranjeros, abrir sus puertas inmensamente orgullosos de su herencia.
Si te ha gustado éste artículo, no te puedes perder la fronteriza Azerbaiyán, donde el pasado y el presente caminan unidos.
Imagen: Julia Maudlin, ninara, Leigh Anthony DEHANEY, Fulvio Spada, David Stanley, Kamyar Adl, Saif Alnuweiri, Marco Fieber y Blondinrikard Fröberg vía Flickr