Desde luego no es la imagen que se puede tener de Nueva York. Y es que en la ciudad de los rascacielos hay un pedazo de la Europa medieval. Sí, un tesoro arquitectónico formado por varios claustros románicos. Sus piedras fueron traídas desde Francia y montadas en el extremo norte de la isla de Manhattan. Tal vez esto no sea lo que se busca al viajar a Nueva York. Pero la visita a The Cloisters merece la pena, aunque solo sea por contemplar una hermosa paradoja.
The Cloisters, un pedazo de la Edad Media en Nueva York
En medio de un hermoso parque, aparentemente lejos del ruido y las prisas de la gran urbe, se descubren las joyas de este peculiar museo medieval, en un entorno creado para relajarse. Un sueño hecho realidad del todopoderoso John D. Rockefeller, gracias, eso sí, al afán coleccionista de un escultor llamado Grey Barnard.
Barnard, afincado en Francia, se dedicó a comprar todo tipo de piezas medievales durante los primeros años del siglo XX. Desde capiteles y vidrieras hasta capillas enteras. Una enorme colección que trasladó a Estados Unidos cuando las autoridades francesas empezaron aponer objeciones a la salida de piezas artísticas del país. Barnard soñaba con crear un museo, pero sus finanzas no lo permitían. Y Rockefeller, que ya tenía su propia colección, se encaprichó de la del artista y la compró.
Pero lo que el millonario tenía en mente no era crear un museo al uso, en absoluto. Él soñaba con un lugar especial, con un auténtico remanso de paz que recordara la tranquilidad de la vida monástica. Y para ello adquirió y luego cedió a la ciudad de Nueva York unos terrenos situados a la orilla del Hudson.
En 1938 abría The Cloisters, un rincón medieval en la Gran Manzana. Originariamente lo hacía con 5 claustros medievales traídos de Francia: Froville, Bonnefont-en-Comminges, Saint-Michel de Cuxa, Trie-en-Bigorre et Saint-Guilhem-le-Désert. Pero con el paso de los años la colección se fue ampliando, se fueron recibiendo donaciones y hoy es un auténtico museo de arte medieval con miles de piezas de todo tipo.
Así, entre otras románicas joyas, se puede contemplar el ábside de la segoviana iglesia de San Miguel de Fuentidueña. Y también tapices, esculturas, objetos de orfebrería o altares. Un magnífico rincón que depende del Metropolitan de Nueva York, donde se pueden ver otras joyas como el patio renacentista del castillo de Vélez-Blanco, en la provincia española de Almería.
En definitiva, si te gusta el arte o tan solo quieres disfrutar de un lugar peculiar y hermoso en Nueva York, debes reservar unas horas para visitar The Cloisters. Tanto el patrimonio arquitectónico que aquí se exhibe como las vistas del parque en el que se encuentran te dejarán si aliento.
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Imágenes: Ricardo Zappala, Paul Chamberlain, Ivan Herman, Matti Vuorre.