Hay quien dice que Noruega es una tierra mágica. Y puede que no se equivoque. Tan norteña es que cuenta con el extraño honor de incluir Hammerfest, la ciudad más al norte de Europa, a pocos kilómetros del cabo North Cape. En este artículo de El Viajero Feliz tenemos una curiosa historia personal relacionada con este pueblo.

Se trata de la bitácora del nieto de un viejo marinero gallego que, habiendo vivido toda su vida en su tierra natal, tuvo la extravagante última voluntad de que sus nietos emprendieran un viaje a uno de los confines del mundo para que sus cenizas descansarán en los mares del norte.

Lo cierto es que él siempre fue un hombre muy raro. Tanto lo fue en vida que en su pueblo le habían llamado hasta el día de su muerte el Sami. Esta historia va de cómo llegamos a la tierra helada del norte, de lo que descubrimos allí y de lo que nunca, jamás, podremos olvidar ya de la voluptuosa Noruega.

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El insólito pueblo de Hammerfest

Hammerfest

22 de Junio. Aterrizaje en Tromso y retiro al hotel

Según lo previsto, nuestro vuelo con la compañía aérea Norwegian aterrizó en el aeropuerto de Langnes en Tromso a las nueve de la noche. Habíamos hecho escala en Oslo. Tomamos el autobús expreso hasta el centro de la ciudad. Nuestro hospedaje era el Smarthotel, nos proponía una ubicación céntrica por el módico precio de noventa euros para tres.

22 de Junio. Del sol de medianoche en Tromso

Fuimos a cenar. No teníamos nada planeado pero nos encantó el acogedor restaurante Emma´s Dromekjoken. Mientras esperábamos, unas chicas noruegas muy agradables nos dijeron que eran habituales las colas pero que si queríamos probar verdadera cocina ártica, ese era el mejor lugar en Tromso. Nos dejamos trescientos euros entre los tres nietos, pero ya sabíamos lo que nos esperaba en un país como Noruega y comimos como reyes, así que mereció la pena después de todo.

Eran las 12 de la noche cuando salimos a la calle y constatamos que algo extraño sucedía allí. Aún era de día y el sol de medianoche que desconocíamos hasta el momento nos hizo sentir que el tiempo se había congelado. Hasta entonces creíamos que la noche blanca aludía a esas veladas en las que las grandes ciudades permanecen «abiertas» tanto a nivel lúdico como cultural. Esta fue muy diferente. Lo que se siente cuando la luz nunca desaparece es sobrecogedor. No conseguimos dormir en toda la noche.

23 de Junio. Noche de San Juan y de cómo vimos una aurora boreal en Hammerfest en pleno verano

Amanecimos. Habíamos dormido tan solo dos horas pero estábamos eufóricos. ¿Qué nos depararía la tierra de los sami en aquella noche de San Juan? Fuimos hacia la estación para tomar el autobús hasta Hammerfest. Necesitábamos llegar cuanto antes a North Cap para cumplir la última voluntad de nuestro abuelo. Llegamos a las 10 de la noche a Hammerfest por un despiste – tuvimos que dejar pasar varias oportunidades de embarcar porque estuvimos demasiado ocupados paseando por toda la ciudad de camino a la estación.

A esa hora, el sol crepuscular se resistía a abandonarnos. Fue entonces, cuando aún no habíamos bajado del autobús, cuando la vimos. Era tal y como la habían llamado miles de años atrás; «la luz que puede oírse«. Sus contoneos a galope del viento boreal y una confusión errática debido al desfase de la época del año en la que se supone que era más común nos mantuvo pegados frente al cristal del autobús que aún no había aparcado.

¡Maldición! Deseábamos salir fuera al igual que muchos de los foráneos que se agolpaban en las ventanas, maravillados por el espectáculo. Desde nuestros asientos escuchamos a una mujer diciendo que no era normal que se pudiera ver una aurora boreal en el mes de Junio, que eso era propio del otoño. Los tres escuchamos aquello y nos miramos. Sentimos un estremecimiento conjunto que nos sobrecogió y que me llevó a agarrar fuertemente mi mochila, en la que estaban las cenizas de mi difunto mentor.

24 de Junio. Llegada a North Cap, confín de Europa y regreso

Nos costó llegar a North Cap antes del «amanecer» —por llamarlo de alguna manera— pero lo conseguimos. Gracias a unos amables jóvenes finlandeses que venían en autocaravana para contemplar el solsticio de verano en el punto más al norte de Europa, conseguimos estar ahí a las cuatro de la mañana.

Cuando llegamos no estábamos ni, mucho menos, solos. Cerca de un centenar de personas esperaban el ascenso del sol. Yo, por mi parte, me adelanté y, acercándome peligrosamente al inmenso acantilado de North Cape, cumplí la última voluntad de mi abuelo; descansar más allá de los mares conocidos y que nosotros, sus queridos nietos, pudiéramos descubrir lo que ahora sabemos; que vivir sin viajar es como si fuéramos miopes sin anteojos; ciegos e incompletos.

¿Te ha gustado este bitácora de viaje?  Si es así, no dudes en conocer más acerca de Noruega: 10 Ciudades de Noruega | Imprescindibles. ¡Esperamos tus comentarios!