La mayor parte de la Antártida tiene aproximadamente 2 millas de hielo que cubren todo con su frío. Páramo blancos es lo que la mayoría de las personas se imaginan cuando piensan en el polo sur. Pero lo cierto es que hay una serie de valles secos en la Antártida, de unos 4.000 kilómetros cuadrados, que no tienen hielo en ellos en absoluto.
Se trata del desierto más duro del mundo, vientos corriendo sobre ellos a velocidades de hasta 200 millas por hora, y que dejan este paisaje extraño y fascinante, mucho más cercano a Marte que el resto de nuestro planeta.
¿Frío, y… agua?
Los salles han sido tallados por los glaciares que han retrocedido, dejando al descubierto fondos de roca, grava y guijarros, que se resisten al viento. Las capas inferiores se cimientan con el hielo. Depósitos superficiales inusuales incluyen sedimentos marinos, ceniza, y dunas de arena como ésta.
¿Otra cosa que no se esperaría encontrar en el lugar más frío de la Tierra? Agua. En el verano, los cuerpos hielo se descongelan creando flujos de agua, entre estos, el río más largo del continente, el Onyx, que se alimenta exclusivamente del derretimiento de los glaciares.
También se encuentran lagunas hipersalinas que nunca se congelan. Imaginad lo extraño que puede ser encontrar en un clima de 100 grados bajo cero una pequeña mancha de líquido salado.
¿Seguimos en la tierra?
Bien podríamos estar en la luna, rodeados de pilares de piedra congelada. Laberintos creados por formaciones volcánicas de basalto. Sin embargo no sólo los científicos visitan este valle seco. Los turistas pueden visitarlos en helicóptero sobrevolando el Mar de Ross, a un área cerca del glaciar Canadá.
Si alguna vez has soñado con visitar un mundo extraterrestres, esto es probablemente lo más cerca que cualquiera de nosotros podrá estar. Si te gustan los contrastes no te puedes perder Islandia, la tierra del hielo y del fuego.
Imagen: sandwich y Penn State vía FLickr