Una noche sin viento en la Costa Verde de Brasil. Sólo el chillido ocasional de un mono de la selva circundante perturba el silencio. Lámparas de gas parpadean bajo una luna llena sobre estas calles coloniales vacías. Y de pronto, misteriosamente, sucede: Agua oscura comienza a cubrir las calles, arrastrándose por las escaleras de la iglesia. En cuestión de unos minutos, la ciudad se ha inundado.
El Pueblo
Estamos el pintoresco escondite de Paraty. Brasil está lleno de hermosas ciudades, pero Paraty es especial. Es el goteo gota de lluvia recogida en esas flores del Jurásico. Los trinos de los pájaros se posan en las montañas boscosas. El ruido de los cascos sobre los adoquines resbaladizos. Las campanadas aburridas de las iglesias antiguas.
Paraty es un lugar que te lleva de vuelta. Y sin embargo, es un corto trayecto entre dos de las megalópolis de Brasil, São Paulo y Río de Janeiro. Montañas exuberantes, una topografía dramática, aguas cristalinas y una destilería de cachaça local.
Es un laberinto de piedras iluminadas por colores y puertas arqueadas. Es el escenario perfecto para reuniones artísticas, fotografía y festivales literarios. ¿Qué más se puede pedir?
Las inundaciones
Sin embargo, la ubicación divina de Paraty también crea su mayor inconveniente: la lluvia. Llueve durante aproximadamente una cuarta parte del año. La ciudad actúa como un sifón entre la humedad del océano y las montañas, y con frecuencia termina cubierta por las nubes y la llovizna gris, que pueden ponerle un freno pegajoso a las excursiones en barco y playa que atraen a los turistas aquí.
Mala suerte si tenéis intención de conseguir un bronceado, pero afortunados si deseáis meditar en una hamaca con el rumor de los colibríes de fondo.
Lo que nos lleva de nuevo al aspecto más singular de la ciudad. Las inundaciones suceden con bastante regularidad, e intencionalmente. Es una estrategia de limpieza de las calles. De hecho, se remonta a siglos atrás, cuando la ciudad fue diseñada: Dado que se encuentra bajo el nivel del mar, las aceras se elevan sobre un pie por encima de los adoquines, y durante las lunas llenas con la marea alta, el agua del océano llena las calles.
Se crea una escena surrealista inolvidable, de edificios coloniales reflejados en las calles inundadas. Una especie de barrio francés de espejos, el sueño de cualquier fotógrafo. Una escena que devuelve a la ciudad la forma que siempre fue.
El turismo
A pesar de la expansión turística, Paraty todavía conserva su alma. La gente todavía pasea a sus perros por el centro colonial, saludan el panadero por la mañana y gritan juguetonamente a los vecinos.
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Imagen: Rodrigo Soldon, Chaval Brasil, Otávio Nogueira, Chaval Brasil y Eduardo Fonseca Arraes vía Flickr